Raquel Osborne, socióloga profesora de la Uned, nos presenta en su artículo "La sexualidad como frontera entre presas políticas y comunes bajo los nazis y el franquismo", reflexiones que sirven para comprender el encarcelamiento de las mujeres en la etapa franquista y en los campos de concentración, y que al mismo tiempo, dan pistas para comprender la vivencia de la sexualidad en el encarcelamiento actual como forma de resistencia.
Aquellas mujeres encarceladas durante la dictadura franquista que 
tenían un marcado carácter político, se distanciaron de las presas 
comunes, dejando a un lado prácticas homoeróticas y masturbatorias. Lo mismo ocurrió con aquellas mujeres españolas en campos de concentración 
nazi. El artículo ahonda en las razones por las cuales las presas 
políticas tomaron esta posición. Además de ser consecuencia de la 
mentalidad de la época, especialmente de la mentalidad de la clase 
trabajadora, una de las razones más importantes que explican tal rechazo
 en el contexto carcelario, fue que el sistema penitenciario se regia 
por una política de "dejar hacer" en materia de sexualidad que le permitía
 tener controladas a las mujeres presas. Esta era una forma de obtener 
obediencia y en ocasiones complicidad por parte de las presas comunes. 
Frente a ello, las presas políticas se resistieron manteniéndose  dentro de los límites de la moralidad sexual imperante. No en vano, la 
homosexualidad las exponía a una enorme vulnerabilidad a la represión, 
que como presas políticas no se podían permitir.
Por otra 
parte, la ciencia psicológica bajo el régimen, cuyo máximo representante fue Vallejo Nájera, se encargó de desarrollar una serie de teorías acerca de
 las mujeres delincuentes rojas como depravadas, enfermas sociales, 
brutales y degeneradas. Ante ello, las presas políticas se diferenciaron
 de las comunes a través de la dimensión sexual. Así, la masturbación y las relaciones lésbicas fueron rechazadas en 
favor de una férrea autodisciplina sexual, que da cuenta de cómo las 
cuestiones relativas al cuerpo y la sexualidad tienen una dimensión 
pública y política. La máxima feminista acuñada por Kate Millet "lo 
personal es político", cobra en estas circunstancias especial 
relevancia. 
Sin embargo, ello no significó que no existiese deseo entre mujeres. Éste se sublimaba en ocasiones a través de la amistad, de habar mucho de amor,
 o del fanatismo político o religioso.
El texto completo se puede leer en este enlace de la revista Política y Sociedad.

